Al Ton del Son

jueves, 30 de septiembre de 2010

Trato tractores al trote...

Disparando perdigones de sueños, el hombre va,


durmiendo en el acto a los mas despiertos...


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Cuando sos mi bemol y mi sostenido,


todo puede pasar,




cuando sorteando obstaculos me caigo con vos,


todo puede pasar,




cuando son tus ojos los que no esquivan,


todo puede pasar,




todo puede pasar,


todo va a pasar...



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Tenes tiempo?


Trato tractores al trote, triste trato y trato, tengo tanto tiempo, tampoco tanto, te timaron tantos tipos, te trataron tantos tontos, te tocaron todos tan tarde, talves te tiraron toscas tambien, tengo tantas tardes tontamente transcurridas, tarde traté a tu torpeza, tarde a tu tartamudeo, tarde a tu tintineo, tenés tiempo?...

domingo, 26 de septiembre de 2010

Hernán y Alex

Pongamos por nombre Hernán.

Hernán de chico tuvo con él, siempre con él, un libro que le había sido regalado cuando él todavía no sabía leer. Se lo regaló una persona muy importante para él, pongamos por nombre, eeh aver, bueno no importa, una persona muy especial para él. Cuando esa persona le regaló el libro se lo dio con la consigna de que nunca se separara de él. Y así él lo hizo. El libro resultó muy grande para él, por lo que le pidió a sus papás en forma muy urgente que le comprasen un carrito para llevarlo a cualquier lado que él tuviese que ir. Durante años Hernán pasó sus días yendo y viniendo con su libro en el carrito. Él, todavía no sabía leer, pero imaginaba más o menos la historia por los dibujos que había en cada página acompañando el texto. Había en el cuento dragones, caballeros y princesas, magos y hechiceros, monstruos y calaveras, también bosques interminables y grandes barcos navegando por mares infinitos. Cada vez que terminaba de observar el libro se encontraba con una historia distinta de la anterior. No siempre era el príncipe el que se quedaba con la princesa y tampoco era siempre el protagonista el caballero de los dibujos. Había veces en que la princesa nunca llegaba a conocer al caballero, y había otras en que ya se conocían de antemano y no hacían más que renovar su amor a lo largo del cuento.
Hernán, vivía obsesionado con el libro. No tenía amigos, pero tampoco los necesitaba. Cuando quería hacer maldades, Hernán se metía en el cuerpo de un horrible monstruo que acechaba un reino de tranquilos e inocentes pobladores, y cuando se sentía aventurero era él quien mataba a aquel desgraciado monstruo y salvaba a la princesa y a los indefensos habitantes. Había veces que los cuentos no terminaban nunca y acababa finalmente aburriéndose o peor aún perdiéndose en el trama, lo cual lo obligaba a mirar dibujos en paginas anteriores, ¡ pero la historia cambiaba de nuevo!. Esto para Hernán era, en ocasiones algo maravilloso, y en otras tantas algo realmente devastador, arruinándole a veces el día y dejándolo sin ganas de seguir imaginando aventuras. También había noches en las que se despertaba de un sobresalto porque había cerrado el libro en una parte decisiva de la historia y no aguantaba al otro día para poder averiguar que pasaría.
Hernán realmente no quería crecer, tampoco quería aprender a leer, y mucho menos quería saber que era lo que realmente el libro decía. No quería que nadie le robara su imaginación, y además creía que un cuento no tiene por que ser siempre el mismo. Para él un cuento podía cambiar su forma y su naturaleza cuantas veces quisiera. También creía que todos nosotros cuando escuchamos o leemos un libro (o miramos los dibujos en el caso de Hernán) nos imaginamos cosas distintas, y esto es porque nuestra imaginación es libre y muy escurridiza, y casi nunca sigue al pie de la letra lo que le dicen. La imaginación, creía Hernán, era su mejor amiga, una amiga que las personas van perdiendo cuando crecen si no saben cuidar su amistad. Una amiga muy leal y muy comprensiva, como también perspicaz y desobediente.
Cuando tenía 8 años, Hernán salió con su familia de vacaciones un verano. Ese verano, sería un verano muy especial para él ya que irían a visitar a un primo que hacía años que no veía. Hernán ya sabía leer, y sin embargo nunca había leído el libro. Realmente se sentía incapaz de hacerlo. Tampoco tenía curiosidad. Siempre que abría el libro (el cual seguía siempre firme junto a él y sin la ayuda ya del carrito), pasaba por alto el texto. Para él el texto solo representaba un obstáculo a saltar entre un dibujo y el otro, era algo obsoleto e inútil, algo que solo había logrado quitarle espacio a más dibujos y por esto Hernán odiaba profundamente aquel manojo de palabras entrometidas.
Volviendo a Hernán y su primo. Su relación era aunque lejana muy íntima. Se mandaban se forma muy regular y precisa (cada 16 días para ser exactos) una carta, siempre en respuesta a la anterior. Habían ideado un sistema para mantener esa comunicación intacta. 4 días antes de que alguno de los dos debiera enviar su respuesta, el otro le hacía un llamado telefónico a la casa, pero no hablaban entre ellos ya que esto quitaba la magia a todo el asunto, en vez de eso hablaban con alguno de los padres para recordarle que su hijo debía mandar aquella codiciada carta en los días sucesivos. De esta forma lograban ceder la responsabilidad de recodar a sus padres y podían disfrutar de la libertad de pensar en cualquier otra cosa. Esto era estupendo, menos responsabilidades y mas libertad, y así lo hacían. También habían ideado una estructura en la redacción de la carta. La carta nunca podía exceder la cantidad de 10 hojas, en cuyo caso la próxima carta no debía ser contestada en 16 días sino que cambiaba a 25 (ya que necesitaban tiempo para juntar nuevos temas para contar). Los temas también denotaban cierto orden que ayudaba a la lectura. Primero se escribía una idea de lo que se iba a contar en la carta, y también todos los temas tenían un titulo distinto, lo cual permitía al que leía saltearse al tema que más le interesara o al que le llamara mas la atención.
Pongamos por nombre Alex.

Alex, siempre se salteaba al cuento que en cada carta Hernán le enviaba (en realidad estaba anexada a la carta, ya que siempre excedía las 10 hojas y no dejaba lugar a contar más nada). Alex creció al igual que Hernán, con esos cuentos. Desde luego que Alex los vivía muy distinto que su primo, y esa era exactamente la idea. Alex, guardaba todas las cartas de su primo en un cajón, el cual debía cambiar de tamaño cada tanto ya que siempre le quedaba chico por la pila de cartas que en él se guardaban. Alex era un chico muy humilde y no tenía ni juguetes ni amigos, ya que vivía alejado de la ciudad. Sus únicos amigos eran los animales del corral, los cuales se trasformaban en fieles corceles alados y furiosos dragones en sus maravillosas interpretaciones de las cartas de Hernán. Era por ello que el vínculo entre primos era tan cerrado. Tan lejos pero a la vez tan cerca. Con solo soñarse ya se encontraban uno al lado del otro peleando contra ogros y yetis en las altas cumbres de nevadas montañas, y luego se peleaban entre ellos en largos duelos con sus brillantes espadas por el corazón de la princesa, quien esperaba ansiosa por un ganador.

Alex ese verano, no pudo recibir a su primo. Esa tarde su mama lo llevó a su pieza, lo sentó en sus piernas y casi sin voz le contó acerca del accidente que tuvieron Hernán y sus papas cuando iban en la ruta. La ruta iba junto al mar, y la bruma entrada la noche hacía muy difícil las maniobras. El papá de Hernán al ver el camión que se le venía por el mismo carril de frente, alcanzó a maniobrar esquivando el camión y yéndose a la banquina de la ruta a gran velocidad. El auto en un rápido salto cayó por una bajada de diez metros dando una impresionante vuelta y aterrizando en la arena de aquella playa.
Durante el vuelco Hernán se llevó la peor parte del accidente, ya que iba durmiendo en el asiento de atrás sin cinturón y durante el vuelco salió despedido de su asiento. Desde ya la mamá no le contó todo a Alex, pero lo cierto era que Hernán estaba muy delicado debido al accidente en un hospital junto con sus papás.
Le dijo a Alex que al otro día viajarían a la ciudad de Hernán a visitarlo. Aquella noche Alex se quedó toda la noche despierto leyendo las cartas.



Hernán estaba muy golpeado y se notaba que su estado era muy grave. Tenía tantas cosas enchufadas a él que Alex cuando lo vio realmente se asustó y quedó helado durante un largo rato. Al lado de su cama, le habían acomodado a Hernán su libro abierto en una hoja en donde aparecía un caballero peleando contra un desafiante dragón de fuego.
Alex buscó una silla y se sentó junto a él. Tomo su mano, con miedo a lastimarlo aún más. Así estuvo varias horas, hasta que el muchacho dijo su nombre. Hernán despertó como hipnotizado ante aquella voz que no escuchaba hacia años ya, pero que recordaba fielmente. Con un esfuerzo inmenso consiguió abrir sus ojos y con otro aún mayor esbozar una mueca.
- Déjennos solos - murmuro casi transparente Hernán, y así lo hicieron.
-Alex - dijo casi sin voz - tengo un regalo para hacerte, es muy importante para mí y quiero dejártelo.
En ese instante la lágrima que surgió en ambos muchachos fue casi al unísono. No se dijeron nada por un largo momento.
-Alex – dijo nuevamente Hernán- lo único que te pido es que nunca te separes de él, del mismo modo en que yo nunca lo he hecho. ¿Puedo confiar en que nunca te separarás de él?
- Te lo prometo, noble príncipe- dijo el muchacho lamentando cada palabra.
Ambos se quedaron mirando, reviviendo viejas hazañas en bosques encantados, hasta que Hernán rompió una vez más aquel imborrable silencio.
-Tengo mucho sueño Alex, ¿me leerías un cuento?

Mientras Alex tomaba el libro entre sus manos y lo apoyaba suavemente sobre sus piernas, Hernán del mismo modo iba cerrando lentamente sus ojos. Alex comenzó a leer. “Había una vez” fue lo único que Hernán alcanzó a escuchar. Tampoco necesitaba escuchar más, de cualquier manera ya conocía aquel cuento.

viernes, 24 de septiembre de 2010

Orsai...

Plazas de papel, palomas de papel, hombre sentado, idea callada.



Tiempo autista que a nadie responde, por más que reniegues nunca responde.




No rompas tu nariz, hoy no. Ya trataron aquellos los que ves ahi, si! esos de alla con la mirada perdida. Guarda tu esmero, o vendelo da igual, en este lugar nadie te lo pedirá. Guarda tu juventud, o vendela da igual, en este lugar... Andá saber.



Callar no!...

domingo, 12 de septiembre de 2010

Invierno Interno

Para este invierno interno, tejo besos de lana que entibien tu corazon. Pero sólo consigo hacerte dar picazon.Entonces invento abrazos de poliester, pero éstos se arruinan y deforman al primer lavado. Frustrado pero no del todo, te regalo guantes de caricias, pero éstos terminan estirándose (ya que las caricias siempre resultan quedar cortas). Entonces nos recostamos junto a mi fogón, pero se apaga ante el primer estornudo, señal de que este invierno interno me está enfermando. Llamo y consulto al doctor. Dice que me quede tranquilo, que este tipo de invierno como todas las demás estaciones internas son pasajeras, pero que, como todas ellas, tienen algo hermoso para disfrutar.

Corto y te llamo a vos.

Te invito a venir a casa a recibir la primavera.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Cosas que pasan... Cosas que quedan...

Con las palmas apoyadas atrás de la cabeza, pero acostado, pero acostado miro, pero miro el techo, pero miro las tablas del techo, pero las vetas de las tablas, pero las figuras que forman las vetas, pero las expresiones de las figuras, pero acostado y con las palmas en la nuca.
Y gira, pero gira rápido, pero muy rápido. Y marea, pero marea mal!.
Hablas, pero hablas alto, y hablas incoherencias, pero verdaderas, pero hablas incoherencias verdaderas.
Y por la noche dormís, pero roncas y roncas mucho, y te despertás, te despertás por tus ronquidos, porque roncas, porque roncas cuando dormís, y por eso te despertás, porque dormís y por eso roncas.


Hola! Soy una casa que cuando habla dice: Hola! Soy una casa que cuando habla dice: Hola! Soy una casa que cuando habla dice: Hola! Soy…(sigue)