En Otoño quiso barrer las hojas. Pero el viento las volvía a salvar como si fuera piedra libre y se desperdigaban por todo el patio.
En Invierno quiso lanzarle una bola de nieve a su amigo. Pero el viento no entendió que "los de afuera son de palo" y sopló tan fuerte que la deshizo en el aire.
En Primavera quiso sentarse a leer un libro tranquilo en la plaza. Pero el viento ansioso por conocer el final, insistía en voltear y cambiar la hoja siguiente.
En Verano quiso tirarse a dormir la siesta en la reposera. Pero el viento hiperactivo que estaba super entretenido desarmando el castillito de un chiquito de la sombrilla vecina, lo llenó de arena a diestra y siniestra.
Lo que nunca entendió es que el viento no se cansa nunca de jugar. Y es que el viento siempre busca alguna victima a la que pueda enseñarle algún juego nuevo, y nosotros, al no estar preparados para jugar con él, no lo entendemos y simplemente lo odiamos por hacernos pasar un mal rato.
Al juego, y lo que representa en cada uno. A los DESATADOS por el juego, como el viento todo el año.