Al Ton del Son

sábado, 19 de junio de 2010

Nieve...

Caos en la noche. Son copos de cristal. El viento los ordena y se vuelven a mezclar. La miro a contra luz de claras nubes, son gruesos copos los que reposan en el patio. Lo más triste es mirar como se deshacen cada uno de los copos al tocar la humedad de la calle, hasta recién regada por una lluvia de rápidos tintes.

Y paró. Ya paró de nevar. El cielo recupera su ansiada oscuridad. El viento se calmó y las ramas vuelven a su centro. Bailan al son de sólo una brisa cansada.

Y mi paisaje quedó compuesto por 3 faroles románticos, que muestran mi pasaje como una postal. La calle mojada, casi diría desolada; y la vereda orgullosa de su capa divina. Los árboles que desde arriba miran, como los cordones se empiezan a embarrar.

Hace tres horas que ningun auto pasa. Eso le da un toque de originalidad, hasta de ilusión de haber detenido el tiempo. Sólo rompe este retrato, las ramas al moverse, quienes se oponen a dormirse de pie.
Las casas del color del blanco cielo hacen parecer que se puede observar el horizonte con sólo intentarlo. Por detrás de una casa la lluvia se escapó, y le sigue detras la nieve en soledad.

Pero se arrepiente. La nieve siempre vuelve. Sin haberse conformado de teñir las veredas, ahora tiene un objetivo mucho mas inoportuno. Cegar los techos de las casas dormitadas. Pone esmero, y nieva en más cantidad. Nuevamente el viento provoca caos en el cielo. Es prácticamente impredecible adivinar el origen y el próximo fin de cada copo. Son tantos que empiezo a sospechar que ninguno cayó y sólo salieron a jugar. Los copos cansados reposan en las veredas, copas de arboles y sobre su nuevo deleite, los techos a dos aguas. Y es el turno de volver a jugar. Con este frío, tienen que entrar en calor nuevamente, y le piden ayuda al implacable viento, neutral y más chiquilin que cualquiera esta noche.

El primer auto en horas pasa por el medio de mi postal, dejando atrás una huella que próximante será el nuevo destino de impacientes copos por aterrizar. El cielo se volvió más blanco, más denso. Cada vez más grandes son sus ocupantes y no parecieran tener motivos para irse. Si hasta tienen público. Las ramas parecieran querer escapar de sus troncos para entrar en el juego, y tambien las casas fingen dormir, mientras espían por lo bajo con notable astucia. Y yo que tambien formo parte de este público, entre obnubilado y fascinado no puedo dejar de mirar este rito, esta danza.

Poco a poco recibo al Sol, quien, como pidiendo permiso empieza a despertar por mi horizonte imaginado. El viento persiste, pero la nieve cansada ya, se acuesta a reposar. Viene ahora el tiempo de dejar jugar a otros. En momentos, chicos y grandes madrugadores encontrarán sus patios, sus calles, su ciudad bajo un manto de pureza que todo lo cubre. Ésta vez, es el turno de ellos de jugar.

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